15.10.1958

Se fue y quedó en leyenda,
Una leyenda ahora susurrada por otros,
Entes lejanos y distantes del punto desde donde yo observo,

Me hablan constantemente,
Añadiendo niebla y fantasía a lo que yo juraba cierto,
Osan pensar que saben más sobre él que lo que yo jamás pude.

¿Y si así fuese?
¿Y si mi visión quedó sesgada por una perspectiva demasiado cercana al suelo como para entrever por sobre los pastizales?
Obligado estoy entonces a seguir creyendo en la leyenda tal y como la concebí,
Y seguir abstraído de la niebla, lejos de elementos punzantes,
Que amenacen con arrebatarme de esta burbuja a la que me atrevo a llamar Padre.

Madrid, 30 Diciembre, 2007.

Te veo en cada bufanda, y es invierno.
Te huelo en cada brisa, y el viento casi nos vuela.
Estás en mí, en mi mente y corazón.
Te veo en cada lado, y vivo en una ciudad de espejos.
Te saboreo en cada bocado, rodeado de un festín de manjares.
Y es que aunque hubiese mil bufandas,
Todas juntas en un festín,
Rodeadas todas de paredes de espejos,
Con ventanas a los siete vientos,
No habrá una bufanda, un aroma, un reflejo o un bocado,
Que brille, perfume, impacte o sepa como tú.
Por lo mismo, yo brillo junto a ti,
Puesto que tu belleza se refleja en mí, y espero que siga así,
Hasta que, cuando el sol y las estrellas ya se hayan extinguido,
Tú, nuestro amor y yo, Seamos lo único que reste brillando.

Herederos de la TV

Correteábamos en torno al terreno baldío que se asomaba como nuestra primera cancha de fútbol. “En el ring se ven los gallitos” decían los viejos. Y no estaban hablando de box. Entre palas y azadones lucíamos orgullosos nuestros relucientes primeros toperoles, los goleadores, que pronto nos abandonarían junto a la niñez y las pichangas en los pastizales fríos de lluvia. Osvaldo, un obrero que amablemente nos ayudaba, comentaba contento: “Yo también tengo chuteadores”. A lo que un chico contestaría “¿En serio? ¿Y qué marca son?”

Oasis en Primavera

Un ansia de jovialidad

De renovación vital

De primaveras renacientes

Flores que la monotonía del resto de las estaciones no logra igualar

Pero estas flores hermosas y llamativas

Que incitan al esfuerzo del ser por cautivarlas

Amenazan gravemente con lacerar y dañar

Y desestabilizar lo que queda del año sin ellas.

Tal vez lo más sabio es la vida contemplativa,

Como Fray Luis de león,

La buena vida retirada del ajetreo de sus espinas,

Conformarse con tal vez olfatearlas, incluso rozarlas…

Pero estas flores no son para quedarse,

Son sólo un oasis,

Un reverdecimiento pasajero que anima el espíritu pero que hay que dejar pasar,

Ya que no es sabio conservarlas.

Me conformaré con tomar sus pétalos,

Su aroma, sus colores y sabores,

Apretarlos entre las hojas de un pesado libro…

Y quizás en unos años más, cuando el resto de los pétalos se hayan extinguido,

Sorpresivamente tomar aquél libro que no leía hace mucho

Y revivir un recuerdo que quedó en algún baúl recóndito

Pero que no había sido olvidado por un solo instante.

No es cliché hablar de ojos

Ábrelos

Mantenlos abiertos

Sí, así,

Tu luminosidad alumbra mi existir,

Tus ojos,

Sí, tus ojos,

Perfección divina,

Gracia concedida para el espectáculo de los míos.

No los necesito verdes, ni azules

Quizás tampoco violetas,

Los necesito así, así

Como con tanta pasión tú los llevas

Surcos de fertilidad marcados,

Apenas delineados por un dedo maestro

Apenas húmedos de felicidad.

Mantente así, feliz

Nos los escondas en llanto y tristeza

Compártelos con este fiel amante

Que día a día da gracias al sol y a las estrellas

Por mantenerlos iluminados día y noche

Y si una nube de miseria llegara a opacarlos por un instante

Rezaré al viento para que de ellos la remueva

Y vuelvan a iluminarme así,

Sí…así.

Poisoned Species [Minds]

Florae Petalia naciste,

Diminuto pistilo, sólo corola prácticamente,

Mente tierna y activa

Cual esponja absorbías por tus raíces todo lo que te rodeaba.

Mas sólo sucias sales alimentaron tu persona,

Y que torcida Florae brotaste,

Solo te importó satisfacerte en tu juventud fogosa,

Sin dar relevancia a lo que se impusiera.

Creciste privando de luz a otras flores,

Que su primavera en ese entonces también gozaban.

Las Podriste, me podriste,

Y ahora vomito tu nombre sobre estas letras.

Animal despiadado, segadora de tallos,

Me desangraste y seguiste,

Con la frente en alto y sin mirar atrás,

Nunca miraste atrás.

Entre torcidas y retorcidas excusas te revuelcas,

Oh Petalia,

Para deshacerte del parásito de la culpa,

Que te carcomía las entrañas,

Y te reafirmabas en el hecho de que con ello habías aprendido

¿Aprendiste en serio?

Sin que me respondas asumo,

Oh corola ya sin pétalos,

Que todo lo construiste por un fugaz y efímero sentimiento de satisfacción

Con tus envenenadas esporas de reincidencia,

Fecundas de Muerte,

De muerte Florae y Petalia.

El 14 de los Plomos, es un Crá.

Si tuviera que ser un gato plomo, seria por lejos Silvestre, un dibujo representativo de los instintos básicos y el balbuceo (o baboseo). Un tipo que mas de una vez mereció deleitar su áspera lengua con el exquisito sabor de Piolín, el malvado, cosa que la mala fortuna, o la abuela, en este caso, no permitió para nuestro estimado heroe. La excusa de Silvestre, el plomo, es que Piolín es un plomo, y por tanto estima inconveniente el intoxicarse con tan insasonable sabor. Insolente, insaciable, irreversible y subversivo, este gato abandona el afán del pajaro, prefiriendose centrar en la ya ploma abuela, no es carroñero, nunca lo fue, pero la veterana caerá en algún momento, y compartiendo piso probablemente este se percate más temprano que tarde de su deceso, teniendo asi la oportunidad de alimentarse entonces de la abuela, justiciera y mano inquebrantable del destino, y del canario, Piolín, que quizás mezclado con el estofado de abuela, sepa un poco mas a abuela y un poco menos a plomo.